Son menos de cuarenta días los que separan la jura de Jorge Macri del día de hoy. Logró acertar en distintos casilleros que tenía pendientes para empezar la gestión con el pie derecho: piqueteros y plan de acción integral de Seguridad sin gaffes, relación con el Gobierno nacional intacta a pesar de la deuda millonaria que dejó la decisión unilateral de Alberto Fernández por los fondos coparticipables adeudados, y una postura clara de abrir la Ciudad para armar políticamente, con la figura del jefe de Gobierno en el centro, una osadía de magnitud en tiempos de recambio de liderazgos e intentonas internas para los años venideros.
Jorge Macri le dejó en claro a Waldo Wolff que un eje central de su gestión quedaba en sus manos; se lo confirmó a fines de noviembre, cuando le dijo que era el próximo ministro de Seguridad porteño. Después llegó la marcha convocada por la izquierda y movimientos sociales que prometió un millón de personas en la calle, pero que – según sus propios números – no llegó a quince mil y la Policía de la Ciudad sumó 4700 personas, un fracaso estrepitoso en términos de convocatoria.
Allí estuvo Diego Kravetz, quien coordinaba el operativo como titular de la Policía de la Ciudad y se encontró con uniformados mandados por Patricia Bullrich que enrarecían un clima calmo de protesta. Fue el primer chispazo, no será el último; pero el resultado evidenció el error de la ministra, que reconoció que no había necesidad de protagonismo cuando la marcha era un fracaso y hasta avenida Corrientes estaba transitada en dos carriles sin interrupciones.